viernes, 24 de abril de 2009

El Prof. Enrique Roche recibe varios premios de investigación


Si hay un profesional de la docencia e investigación universitarias que merece ser reconocido y premiado a pesar de los continuos e insidiosos obstáculos políticos y académicos, este es Enrique Roche, profesor de Nutrición y Bromatología de la Universidad Miguel Hernández, quien ha recibido recientemente varios premios nacionales de investigación: el último de ellos, el prestigioso Primer Premio Alberto Sols, por su investigación en el campo de la diabetes (el que se le está entregando en la foto a Roche, a la derecha). La otra gran área de investigación y docencia es la nutrición deportiva, por la que acaba de recibir el segundo Premio Nacional de Investigación en Medicina del Deporte. Por supuesto, nadie es profeta en su tierra: como siempre, la Administración Valenciana, a la altura de las circunstancias.

La clave de sus logros -nos dice- es bien sencilla: trabajo y honestidad. No hay peor investigador que aquel dispuesto a falsear los resultados; además, tarde o temprano el destino le depara la horma del zapatero.

Además de abnegado y honesto, Roche tiene otra cualidad: su indeleble capacidad de compromiso: aquello en que se compromete lo lleva a cabo con singular fidelidad. Esta cualidad hace que aquellos que colaboran con él se sientan enormemente seguros y sobre todo apoyados. No conozco profesor universitario que combine tan acertadamente la seriedad con la sana ausencia de arrogancia o antipatía.

Finalmente, quisiera señalar que a Roche, cuya tesis doctoral fue dirigida por Santiago Grisolía, nadie le ha regalado nada en su profesión, del mismo modo que él nunca ha regalado nada a nadie: lo que cada uno obtiene es el producto de su esfuerzo y dedicación. Una gran lección y un importante mensaje. Enhorabuena, profesor.

jueves, 23 de abril de 2009

Vaso de precipitados, una nueva sección del blog


Esta nueva sección del blog selecciona aquellos estudios publicados que llegan a conclusiones exóticas, probablemente erróneas, y que en ocasiones provocan vergüenza ajena. Muchos investigadores buscan obsesivamente establecer relaciones causa-efecto, hasta el punto de rallar en el esperpento. Generalmente dichas publicaciones, aunque en un momento dado reconozcan que lo que parece una relación causa-efecto entre dos variables es en realidad una mera asociación, a lo largo de la discusión que desarrollan, la insinuación y preferencia por hallar una relación causal es patente hasta el punto de llegar con frecuencia a confundir al lector.
Lo más curioso es que la mayoría de dichos estudios están publicados en revistas científicas con alto índice de impacto.
En Ciencia es una imprudencia precipitarse, y es mejor que ciertos experimentos se hagan en la casa de uno y con gaseosa... y sobre todo que no se publiquen.

miércoles, 22 de abril de 2009

sábado, 4 de abril de 2009

Nos dejó Carmen Frau




Ayer se marchó para siempre nuestra compañera y amiga Carmen Frau. Lo hizo tras una larga espera, más de dos meses. Contra la enfermedad lucharon un corazón fuerte y unas hijas adorables; también unos profesionales entregados durante las noches y los días intensos. Unos con la ciencia; otros con la esperanza. Nos tranquiliza a todos saber que los días difíciles no lo fueron para Carmen, sumida en un largo y profundo sueño. A buen seguro plácido y sosegado. Espero que fueran dulces, tal vez en ellos mantuviera una vida paralela que de alguna manera permitiera revivir su vida cotidiana; tal vez mantuviera aquellos reencuentros deseados que había estado postergando; tal vez hubiera conversado largamente con sus seres queridos, y hasta despedirse de ellos.

En esta dura experiencia descubrí algo de Carmen que desconocía: el afecto de sus hijas. Fue con una de ellas, Laura, con quien más trato tuve entonces. Nunca vi una mirada que expresara con tanta transparencia la adoración sincera hacia alguien, como la suya. En la mirada de Laura estaba su propia madre.

De pequeño entendí sin entenderlo que quien muere va al cielo. Miraba fascinado hacia aquella azul pradera, y su luz y belleza me bastaban para reconfortarme sin hacerme más preguntas. Era una sana manera de asumir el duelo. Sin embargo, me sigue gustando pensar que las cosas son así. Mirad el cielo... no hace falta hacerse más preguntas. Allí están mi padre, mi abuela..., allí está Carmen. Ni siquiera necesito verlos. Aquí abajo quedan los recuerdos, y una mirada que te marca para siempre.


Una canción de despedida (picar botón derecho-abrir nueva pestaña).