Si hay un profesional de la docencia e investigación universitarias que merece ser reconocido y premiado a pesar de los continuos e insidiosos obstáculos políticos y académicos, este es Enrique Roche, profesor de Nutrición y Bromatología de la Universidad Miguel Hernández, quien ha recibido recientemente varios premios nacionales de investigación: el último de ellos, el prestigioso Primer Premio Alberto Sols, por su investigación en el campo de la diabetes (el que se le está entregando en la foto a Roche, a la derecha). La otra gran área de investigación y docencia es la nutrición deportiva, por la que acaba de recibir el segundo Premio Nacional de Investigación en Medicina del Deporte. Por supuesto, nadie es profeta en su tierra: como siempre, la Administración Valenciana, a la altura de las circunstancias.
La clave de sus logros -nos dice- es bien sencilla: trabajo y honestidad. No hay peor investigador que aquel dispuesto a falsear los resultados; además, tarde o temprano el destino le depara la horma del zapatero.
Además de abnegado y honesto, Roche tiene otra cualidad: su indeleble capacidad de compromiso: aquello en que se compromete lo lleva a cabo con singular fidelidad. Esta cualidad hace que aquellos que colaboran con él se sientan enormemente seguros y sobre todo apoyados. No conozco profesor universitario que combine tan acertadamente la seriedad con la sana ausencia de arrogancia o antipatía.
Finalmente, quisiera señalar que a Roche, cuya tesis doctoral fue dirigida por Santiago Grisolía, nadie le ha regalado nada en su profesión, del mismo modo que él nunca ha regalado nada a nadie: lo que cada uno obtiene es el producto de su esfuerzo y dedicación. Una gran lección y un importante mensaje. Enhorabuena, profesor.
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